HABLANDO DE ARTE ME VOY POR LAS RAMAS

Advenedizo

RAE

1: adj. Venido de un lugar distinto de aquel donde se ha establecido

2: adj. despectivo. Dicho de una persona: Recién llegada a un lugar, una posición o una actividad con pretensiones desmedidas.

Siempre he tenido un don, desde pequeño, el Don de la inoportunidad lo bautizó mi madre que veía indignada que entraba al retrete justo cuando acababa de dejar el baño como un espejo. Suelo estar a destiempo en el lugar inadecuado, es ya una tradición.

Y es que es difícil acertar, casi la única constante en mi inconstancia juvenil fue que unas veces era muy tarde para hacer lo que quería y otras veces muy temprano para lo que quise hacer. Viajé buscando oportunidades y lo único que conseguí fue tener cara de forastero allá donde fuese. ¿Ud no es de aquí, verdad? Pregunta que a fuerza de repetirse te hace replantearte de dónde diablos eres e incluso si has nacido en este planeta.

Puestos a encontrarte necesitas coordenadas: Longitud, latitud, altitud y la que siempre se nos olvida; Tiempo. Mirando las tres primeras sí, efectivamente, he nacido en este planeta, menos mal y sigo pululando por aquí, todo bien. Es cuando miro el tiempo cuando se me descoordinan las coordenadas. Y es que de las incontables maneras de dividir el tiempo desde eones a milisegundos te buscas en la más inconcreta de todas, el momento.

El tiempo es relativo porque depende del observador, es decir, tu momento no tiene que ser necesariamente el momento de los demás. De un plumazo Einstein explicó el mecanismo que rige el universo y porqué Van Gogh no vendió ni un solo cuadro en toda su vida.

Cuando pretendes vender arte más propio de la edad del cobre, por muy novedoso que sea, te preguntas si tu momento es ahora o lo fue hace 5000 años. ¿Seré un hombre de mi época o el vestigio de un Cromañon dispuesto a liarse a martillazos con cualquier trozo de metal que vea?

Intentando encontrar respuesta y teniendo claro que puede o puede no ser el momento pero no hay otro y haciendo un ejercicio de flexibilidad que para sí lo quisiera un gimnasta, me inventé un lema a mi medida “Iremos viendo y según veamos, ya veremos…” que es toda una oda a los Camaleones, un canto a los grandes márgenes de actuación y un elogio a las teorías de Darwin.

Adáptate o muere.

El problema, lo voy a llamar así simplificando por no abrumar con los detalles, es adaptarte a un mundo que no conoces. A un Camaleón lo colocas en el Polo Norte y se pone blanco, no porque se adapte al color ambiente, si no porqué se ha congelado, ha muerto de frio y le cubre la escarcha. Está tieso como un garrote, ultracongelado, no lo resucitas con agua caliente ni con un desfibrilador, bye bye, adiós, finito.

¡¡Espantoso!!

Por eso la definición de advenedizo en su acepción más despectiva me provoca la sana hilaridad del que esta acostumbrado a reírse de sí mismo. No encuentro ninguna otra palabra en el diccionario que explique tan explícitamente como me siento.

Recién llegada a un lugar, una posición o una actividad con pretensiones desmedidas.”

En realidad llego al mundo del arte sin provenir de ninguna parte, ni siquiera algún tío lejano se ha dedicado a ello en mi familia, sin contactos, si conocí algún artista emigró a tierras más cálidas, si conocí algún galerista no dijo hola ni adiós al despedirse, sin conocimientos de bellas artes ni estudios de las que no son tan bellas.

Tampoco vengo del mundo de los bonsáis, tuve uno y murió a los cuatro días, el segundo, que aún conservo, quedó tan seco que adornado con un par de gárgolas parece la tétrica recreación de un cementerio gótico en una maceta. Como el Dr. Frankenstein, atormentado, decidí crear con retales de algo muerto un ser con vida propia. Así empezó todo.

Honestamente provengo de un mestizaje de oficios y experiencias, un coctel de intuición, imaginación y de apañarme con lo que tengo mezclado a ojo, agitado con trabajo y al servir, un toque de toda la ilusión que me queda para darle aroma. Habría que estar muy borracho como para con todos estos ingredientes no saltar al vacío.

Que me disculpen escultores y maestros del bonsái, que me disculpen por advenedizo !!

Porque lo que sí tengo son unas pretensiones desmedidas.

Seguir aprendiendo, perfeccionar técnicas, construir bosques como nunca ha hecho nadie, fabricarme un momento, luchar contra las circunstancias hasta hacerlas favorables y no desfallecer en el intento. Uno no empieza con sus mejores obras, empieza con sus primeras obras.

Querido lector.

Hablando de arte me voy por las ramas, sí, pero es que yo no soy nadie para hablar de arte.

El propósito de estas líneas no es incitarte al suicido si estas empezando, si te sientes fuera de lugar o como el hombre que nunca estuvo allí, tampoco te voy a mentir, según mi visión el mundo no es un anuncio de Coca Cola con eternas sonrisas juveniles de felicidad. Eso son cosas del marketing. Aquí el fracaso está garantizado salvo contadas excepciones de gente que no se lo acaba de creer y persiste en su empeño hasta que consigue el éxito. “ Lo hizo porque no sabía que era imposible” dice el viejo adagio. Bendita la ignorancia que nos permite poner toda la carne en el asador en el momento presente a pesar de que la única certidumbre es un futuro incierto.

Ánimo, inténtalo, la fortuna es pasajera y la gloria, eterna, se un advenedizo en donde haga falta, sin complejos, con pretensiones desmedidas y si ves que tu momento aún no llega o dudas que dirección tomar en el camino ten paciencia, respira, y recuerda.

Iremos viendo y según veamos, ya veremos…”

Javier Badiola.

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2 comentarios en «HABLANDO DE ARTE ME VOY POR LAS RAMAS»

  1. Un nuevo advenedizo…..
    Inesperado porque entra sin pedir permiso y sin que nadie le haya invitado, inoportuno porque es mal momento para crear cosas bellas e infatigable autodidacta porque «nadie» le ha enseñado.
    Trabajador con manos de artista o artista con manos de trabajador. Que más da !!
    Bienvenido…advenedizo!, aunque te vayas por las ramas de tus preciosos árboles de cobre.

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  2. El problema es que no se puede vivir del aire, como bien dices tú, emprender un camino de éste tipo con los ojos cerrados y con una persistencia hostil para tu economía no solo es vocacional y al alcance de pocos, sino también una emulación de las hazañas de los gladiadores que tras un estrecho y oscuro camino entre compuertas que se abrían y cerraban, saltaban a la arena sin saber si les esperaba la gloria o la muerte y en ambos casos jaleados por la muchedumbre.

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