Elaborar un bosque de cobre partiendo del reciclaje conlleva meses de trabajo.

Cuando un artista que comienza pretende que su obra no pertenezca en exclusiva a particulares, empresas o instituciones y pretende dejar un legado para su exposición pública necesita recursos adicionales, necesita creyentes del bosque que en parte financien y en parte transmitan su emoción de participar en un proyecto que no pretendo sea solo mío.

Para vender a precios en los que se pueda trabajar por amor al arte se necesita tener un renombre, para tener un renombre hay que exponer, para exponer hay que tener obras y para tener obras hay que no venderlas.

La cuestión es, ¿de qué vives mientras produces si necesitas años de trabajo y miles de euros de inversión para alcanzar tu objetivo?

Existe la posibilidad de que te apadrine un millonario que se apunte al carro del éxito o también es posible obtener beneficios estratosféricos con lo que vendes pero en este punto de partida son quimeras.

La inevitable realidad es tener otro trabajo alternativo e invertir todo lo que ganas y todo tu tiempo libre restante en perseguir un sueño.

En este viaje vosotros transitáis por una vía distinta porque el destino es diferente, la meta no es la venta, es la continuidad de una filosofía.

No todo aquello que para el hombre tiene un gran valor tiene un precio, debemos ser la lluvia que propicia el crecimiento del arte, debemos ser más grandes que nosotros mismos.