La semilla
La idea
Un Domingo cualquiera durante un paseo por el campo, ese que adoro y no tengo suficiente tiempo de visitar, encontré una semilla. Desprendía un brillo diferente a las que este técnico urbanita solía valorar porque irradiaba un sinsentido que tenía su lógica. Algo en mi interior, un instinto no aletargado por la rutina, me animó a atesorarla para un estudio en mayor profundidad.
Lo desconocía de ella prácticamente todo, especie, género, cuerpo y alma, pero la curiosidad es hija de la ignorancia y madre de la ciencia así que decidí sembrarla en una maceta medio abandonada hace años. Quizás la tierra ya no fuera lo suficientemente fértil, pero tenía la esperanza de que mi renovada emoción la hiciera crecer.
Mi vida siguió su curso, me levantaba, trabajaba, bostezaba, comía y dormía, pero todos los días sacaba un rato para unas veces regar y otras abonar la maltrecha tierra que el despiste y las obligaciones diarias habían dejado en barbecho tanto tiempo.
Es más fácil tener una idea que llevarla a cabo.
Es más difícil aun tener una buena idea…
Después de meses de persistencia, tan esperado como un hijo, despuntó el primer brote, el esbozo de un futuro, tan delicado que la brisa de una crítica o el rumor de una duda lo amenazaban de muerte. Lo protegí redoblando mis esfuerzos, modificando mis rutinas, dedicando hasta mi tiempo de bostezo a su cuidado, la semilla ya era tallo y crecía lenta, pero firme.
Con el paso del tiempo, solo importó mi árbol, aún no sabía cuál sería aquel que crecía en mí a ritmo vertiginoso y soportaba un tronco cada vez más grueso, unas ramas más definidas y unas raíces profundas…
Una noche soñé que mi árbol era un arce, lozano y esplendido, otra noche soñé que era una secuoya monumental y serena y lo que comprendí al ver la transmutación de mi árbol para ajustarse a mi sueño es que estábamos en perfecta simbiosis. Que quizás encontrar aquella semilla después de todo no fue casualidad, que aquella semilla era la madre de todos los arboles.
Y lo dejé todo para que mi árbol también fuera tuyo.
Y Hasta mi muerte viviré para soñar arboles y bosques contigo.
¡Para crearlos!
Con la certeza de que nuestro árbol es fuerte, y sabemos que puede vivir mil años…